Desde hace unos días el sol está que arde. Hemos alcanzado temperaturas en el DF de 36 grados. A mi me encanta el calor pero en el lugar adecuado, osea, playa, alberca, bikini, vacación.
Pero tener que presentarte a trabajar con esta temperatura es una grosería, mi coche no tiene aire acondicionado y verdaderamente los traslados con este calor son como un paseito por el infierno.
Me gusta una parte. Me recuerda mi paso por La Paz, BC. Cuando tenía unos 6 o 7 añitos mi papá decidió que nos iríamos a vivir a La Paz, en Baja California Sur, no tengo idea por que tomó esa desición, sobretodo porque en ese tiempo él era actor todavía. El caso es que decidió emplearse como los demás señores, trabajo de 9 a 6, oficina, traje y corbata y en La Paz y en la madre también (por el calor y la corbata). Recuerdo que él se fue unos meses antes para empezar en su nuevo trabajo y buscar una casa, mi mamá, mi hermano y yo llegaríamos al terminar el ciclo escolar. Yo emocionada porque en La Paz había playa, y estaba muy cerca de la ciudad, mi papá tenía amigos en su trabajo que también tenían hijos de nuestra edad, por lo menos eso era lo que nos decía en las cartas que nos mandaba (esas las conservo por supuesto). Pues llegamos por fin a La Paz. la casa era de un piso y tenía tres recámaras, no me acuerdo muy bien de todo, pero teníamos un árbol de tamarindo en el jardín. La ecuación perfecta para mí: Tamarindos, Playa y casa nueva. Yo de volada me hice amiga de los vecinos y me salía por la ventana de la casa para ir a su casa a jugar, creo que su casa era como muy humilde y tenían muchos animales, me encantaba.
Mi mamá no podía con las cucarachas y las mil arañas que había en la casa, también teníamos muchos alacranes que se escondían en los zapatos. Pero era padrísimo pasar los fines de semana en la playa. Nuestra favorita era Pichilingue, había un corral de almejas que podías sacar para tu consumo en el momento, eran deliciosas y además me encantaba verlas retorcerse cuando les ponías limón. Al atardecer podías subirte a los columpios que habían a la orilla del mar y ver como el sol bajaba lentamente para esconderse en el mar azul. Así era vivir en La Paz.
El gusto nos duró poco porque mi papá que no estaba acostumbrado a los horarios de oficina y a tener un trabajo "normal" no pudo más y renunció, así que terminando el verano nos regresamos a México.
Para mí fueron las vacaciones más largas y divertidas de mi vida. Las vacaciones a las que llevé toda mi ropa y todas mis pertenencias y en lugar de hospedarme en un hotel estuve en mi casa.
Ese sí era calor de hogar.
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